Prisioneras de la biología
Escrito por Helena.
Y los tecnócratas os dirán como acabar con el patriarcado. Emancipar es asimilar: las mujeres serán liberadas por la tecnología, porque les permitirá volverse independientes de su contexto físico para, en actos, volverse hombres. Así liberación significa psicológicamente masculinización, aunque también masculinización por medios técnicos. A través de la innovación tecnológica las mujeres han de ser descargadas del “fardo” de su cuadro físico, que ya ha sido trascendido para el otro sexo.
La feminista liberal Shulasmith Firestone escribe que la necesidad de medios contraceptivos y de innovaciones tecnológicas en materia de nacimientos para liberar a las mujeres de la “tiranía de la reproducción”, vuelve el hecho de quedan encinta como “bárbaro”. La inseminación in vitro, la clonación, la transferencia de embriones de sustitución y la ectogénesis (crecimiento del embrión en el exterior del útero), salvaran a la mujer de la “deformación temporal del cuerpo del individuo por amor a la especie”.
Supongamos que el medio para acabar con la opresión patriarcal sea liberar a las mujeres “prisioneras de la biología”, según la expresión de Judy Wajcman.
El filósofo de los derechos de los animales Meter Singer, así como Deane Wells arguyen que las feministas “deberían desear que el desarrollo de la ectogénesis completa se acelere lo más posible”, porqué esto sería una contribución fundamental a la igualdad sexual”. Como comenta Robyn Roelan en su artículo “Nacido de mujer, ¿pero por cuanto tiempo?”, existen otros argumentos a favor de la ectogénesis: el ambiente artificial será más seguro que el útero de una mujer, se simplificará la elección del sexo, las mujeres podrán ser definitivamente esterilizadas, y claro, eludirán la incomodidad del parto.
Las tecnologías de la reproducción llevan a la degradación de las funciones físicas, imponen y hacen posible la visión del cuerpo como aparato. Esta imagen del cuerpo no se reduce solamente a su función, sino que supone también que las funciones biológicas de la mujer son ampliamente deficientes comparadas con las prestaciones artificiales.
Como lo describe Wajcman en su libro “tecno-feminismo”, Maria Mies veía el progreso tecnológico como la destrucción de los lazos naturales entre los organismos, hasta en el aspecto más minúsculo, para reorganizarlos mecánicamente.
Las tecnología genéticas y de la reproducción son los medios para conquistar lo que Maria Mies llamaba la última frontera de la dominación del hombre sobre la naturaleza. Se podría añadir que en este contexto la palabra “hombre” se refiere más a un servidor de la ideología masculinista que a un sexo en particular, como han ilustrado Firestone y otras.
Como hacía notar León Kass en “la nueva biología”, la despersonalización de la procreación es sobretodo un profundo proceso de deshumanización. La procreación no es el producto de comportamientos humanos, sino que es una actividad humana en si.
Además los nuevos métodos médicos han llevado a la separación entre la madre y el feto, que eran considerados como una unidad durante la preñez, y al tratamiento del niño en el útero como un “paciente” independiente, con unos derechos que exceden a veces los de la madre. La madre ya no es un lazo necesario entre el feto y el mundo exterior, y la influencia de los expertos médicos ha penetrado profundamente en el cuerpo femenino.
El problema de las tecnologías de reproducción es el del control: el control de la preñez y de su propio cuerpo ha sido transferido de la mujer a los especialistas médicos. La creación de un ser humano deviene un proceso de fabricación de una cosa cualquiera, como dice Rowland, esto queda bien ilustrado por la terminología utilizada: los óvulos son “recogidos” y el interior del cuerpo de la mujer deviene un “ambiente uterino”, palabras que solo sirven para mecanizar y deshumanizar a la mujer.
Rowlan hace notar también que el término “madre de sustitución” se utiliza para designar a una mujer que porta un niño durante nueve meses cuando lo hace a favor de un apareja infértil. E insiste “la madre no es en ningún caso de sustitución y, de hecho, es la madre biológica del niño. Denominándola “de sustitución”, la empresa puede controlar y explotar más fácilmente el embarazo de la mujer, negándole todo lazo biológico con el niño.
Aunque no lo sean, las tecnologías reproductivas se hacen instrumentos de lucha para las feministas. Esto significa no considerar de que el físico de la mujer es considerado como limitado y poco práctico. El verdadero problema es evidentemente que todo lo que no forma parte del orden ideal masculino en la sociedad patriarcal se considera como negativo, y esta sociedad se estructura para volver problemática todo lo que difiere de la norma, ver el sexo femenino como un fardo es evidentemente una construcción cultural, a pesar de ser normalizada y reactivada a lo largo de la historia.
Robyn Rowlans pone todo esto en relieve con esta cita "Kass comentó que el alcance de estos nuevos poderes del saber hacer humano significa que algunos hombres están destinados a jugar a los dioses, creando a otros hombres a su imagen. ¿Cual ser el lugar de la mujer en esta sociedad?¿seremos obsoletas, permanentemente inútiles, disponibles …?" La procreación es un recuerdo doloroso de nuestra dependencia de la fisiología, y de la dependencia de los hombres respecto a las mujeres. Es también, como experimentan las numerosas mujeres que eligen no tener niños, un componente importante en la definición cultural del sexo.
Justo en el momento en que se nos vende la píldora con los argumentos de la libertad, a pesar de los serios riesgos de efectos secundarios, aprendemos ahora a despreciar suficientemente nuestro sexo como para felicitarnos del dominio de los expertos científicos y de la tecnología que actúa sobre su funcionamiento. Rowlan prosigue “como dijo Roberta Steinbacher: ¿Quién la ha inventado? ¿Quién la ha fabricado? ¿Quién la ha autorizado? ¿pero quién muere por su causa?”.
La feminista liberal Shulasmith Firestone escribe que la necesidad de medios contraceptivos y de innovaciones tecnológicas en materia de nacimientos para liberar a las mujeres de la “tiranía de la reproducción”, vuelve el hecho de quedan encinta como “bárbaro”. La inseminación in vitro, la clonación, la transferencia de embriones de sustitución y la ectogénesis (crecimiento del embrión en el exterior del útero), salvaran a la mujer de la “deformación temporal del cuerpo del individuo por amor a la especie”.
Supongamos que el medio para acabar con la opresión patriarcal sea liberar a las mujeres “prisioneras de la biología”, según la expresión de Judy Wajcman.
El filósofo de los derechos de los animales Meter Singer, así como Deane Wells arguyen que las feministas “deberían desear que el desarrollo de la ectogénesis completa se acelere lo más posible”, porqué esto sería una contribución fundamental a la igualdad sexual”. Como comenta Robyn Roelan en su artículo “Nacido de mujer, ¿pero por cuanto tiempo?”, existen otros argumentos a favor de la ectogénesis: el ambiente artificial será más seguro que el útero de una mujer, se simplificará la elección del sexo, las mujeres podrán ser definitivamente esterilizadas, y claro, eludirán la incomodidad del parto.
Las tecnologías de la reproducción llevan a la degradación de las funciones físicas, imponen y hacen posible la visión del cuerpo como aparato. Esta imagen del cuerpo no se reduce solamente a su función, sino que supone también que las funciones biológicas de la mujer son ampliamente deficientes comparadas con las prestaciones artificiales.
Como lo describe Wajcman en su libro “tecno-feminismo”, Maria Mies veía el progreso tecnológico como la destrucción de los lazos naturales entre los organismos, hasta en el aspecto más minúsculo, para reorganizarlos mecánicamente.
Las tecnología genéticas y de la reproducción son los medios para conquistar lo que Maria Mies llamaba la última frontera de la dominación del hombre sobre la naturaleza. Se podría añadir que en este contexto la palabra “hombre” se refiere más a un servidor de la ideología masculinista que a un sexo en particular, como han ilustrado Firestone y otras.
Como hacía notar León Kass en “la nueva biología”, la despersonalización de la procreación es sobretodo un profundo proceso de deshumanización. La procreación no es el producto de comportamientos humanos, sino que es una actividad humana en si.
Además los nuevos métodos médicos han llevado a la separación entre la madre y el feto, que eran considerados como una unidad durante la preñez, y al tratamiento del niño en el útero como un “paciente” independiente, con unos derechos que exceden a veces los de la madre. La madre ya no es un lazo necesario entre el feto y el mundo exterior, y la influencia de los expertos médicos ha penetrado profundamente en el cuerpo femenino.
El problema de las tecnologías de reproducción es el del control: el control de la preñez y de su propio cuerpo ha sido transferido de la mujer a los especialistas médicos. La creación de un ser humano deviene un proceso de fabricación de una cosa cualquiera, como dice Rowland, esto queda bien ilustrado por la terminología utilizada: los óvulos son “recogidos” y el interior del cuerpo de la mujer deviene un “ambiente uterino”, palabras que solo sirven para mecanizar y deshumanizar a la mujer.
Rowlan hace notar también que el término “madre de sustitución” se utiliza para designar a una mujer que porta un niño durante nueve meses cuando lo hace a favor de un apareja infértil. E insiste “la madre no es en ningún caso de sustitución y, de hecho, es la madre biológica del niño. Denominándola “de sustitución”, la empresa puede controlar y explotar más fácilmente el embarazo de la mujer, negándole todo lazo biológico con el niño.
Aunque no lo sean, las tecnologías reproductivas se hacen instrumentos de lucha para las feministas. Esto significa no considerar de que el físico de la mujer es considerado como limitado y poco práctico. El verdadero problema es evidentemente que todo lo que no forma parte del orden ideal masculino en la sociedad patriarcal se considera como negativo, y esta sociedad se estructura para volver problemática todo lo que difiere de la norma, ver el sexo femenino como un fardo es evidentemente una construcción cultural, a pesar de ser normalizada y reactivada a lo largo de la historia.
Robyn Rowlans pone todo esto en relieve con esta cita "Kass comentó que el alcance de estos nuevos poderes del saber hacer humano significa que algunos hombres están destinados a jugar a los dioses, creando a otros hombres a su imagen. ¿Cual ser el lugar de la mujer en esta sociedad?¿seremos obsoletas, permanentemente inútiles, disponibles …?" La procreación es un recuerdo doloroso de nuestra dependencia de la fisiología, y de la dependencia de los hombres respecto a las mujeres. Es también, como experimentan las numerosas mujeres que eligen no tener niños, un componente importante en la definición cultural del sexo.
Justo en el momento en que se nos vende la píldora con los argumentos de la libertad, a pesar de los serios riesgos de efectos secundarios, aprendemos ahora a despreciar suficientemente nuestro sexo como para felicitarnos del dominio de los expertos científicos y de la tecnología que actúa sobre su funcionamiento. Rowlan prosigue “como dijo Roberta Steinbacher: ¿Quién la ha inventado? ¿Quién la ha fabricado? ¿Quién la ha autorizado? ¿pero quién muere por su causa?”.
Green Anarchy 22, primavera 2006
Traducido por Llavors de Anarquía para la lista de Secuaces de la Anarquía.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Home